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Castillo del Morro, La Habana. Cuba

  • Carretera de La Cabana, Eastern Havana, Havana City. Cuba
  • 3,4,5,6,7
  • (537) 863-7941
  • Destino: La Habana

El Castillo del Morro, también conocido como Castillo de los Tres Reyes del Morro, es una fortaleza histórica ubicada en la entrada de la bahía de La Habana, Cuba. La fortaleza es un ejemplo del estilo militar renacentista, con influencias del estilo barroco en algunas de sus decoraciones.


Posee gruesas murallas de piedra, diseñadas para resistir ataques. Cuenta con varias torres, siendo la más destacada la torre del faro, que se utiliza para guiar a los barcos que entran en la bahía. Tiene varias baterías de cañones, que estaban destinadas a defender la ciudad de ataques navales.

Mapa de Castillo del Morro

Castillo del Morro se encuentra ubicada en La Habana

La capital cubana es, sin dudas, el destino turístico por excelencia de la mayor de las Antillas. Y dentro de ésta su centro histórico "declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1982" resulta un punto de obligada referencia para cuanto visitante llega a esta urbe, durante siglos considerada la llave del Golfo de México.

Al lejano noviembre de 1519 se remonta la fundación, en su emplazamiento definitivo junto al canal de entrada de una bien protegida bahía, de la villa de San Cristóbal de La Habana, convertida con el tiempo en punto de encuentro de las flotas españolas que trasladaban a la metrópolis las riquezas extraídas de sus dominios en el llamado Nuevo Mundo, y eje fundamental en el comercio y las comunicaciones entre éste y el Viejo Continente.

Semejantes ventajas, derivadas esencialmente de su estratégica posición geográfica, incidieron también de manera directa sobre el ulterior desarrollo de la próspera villa, que comenzó a crecer al amparo de un sistema defensivo sin par en la América hispana y rodeada por una muralla cuya construcción (iniciada en la segunda mitad del siglo XVII y concluida más de 100 años después) se consideró desde su inicio ineficaz y costosa.

El Templete, un pequeño edificio neoclásico inaugurado en 1828, es el sitio donde cada 16 de noviembre los habaneros festejan la celebración de la primera misa y el primer cabildo de San Cristóbal de La Habana, y el punto a partir del cual se inician –por lo general– los recorridos turísticos por el núcleo original de la capital cubana.

A escasos pasos de allí se encuentran la Plaza de Armas, en torno a la cual se levantan el imponente Castillo de la Real Fuerza (1577) –donde hoy se exhibe la colección de cerámica artística más importante de la Isla y sobre cuya torre se erige La Giraldilla, una artística veleta símbolo de la ciudad– y los Palacios de los Capitanes Generales (Museo de la Ciudad) y del Segundo Cabo.

Otras tres plazas y sus edificaciones colindantes despiertan invariablemente el interés de sus visitantes: la Plaza de la Catedral, rodeada por opulentas mansiones; la recién restaurada Plaza Vieja, donde sobresale la casa de los Condes de San Juan de Jaruco; y la Plaza de San Franciso de Asís, aledaña a la iglesia y el convento de igual nombre, en uno de cuyos claustros se encuentra el Museo de Arte Sacro.

Mas caminar por las calles de la Habana Vieja, muchas de éstas aún adoquinadas, representa también la posibilidad de acercarse a más de una docena de museos y estudios-galerías de afamados artistas plásticos cubanos y latinoamericanos; visitar las casas de Benito Juárez, de Asia, Africa, Puerto Rico, de los Árabes (allí se encuentra la única sala para las plegarias musulmanas existente en Cuba) y de Simón Bolívar.

Resulta asimismo interesante visitar la maqueta de esta municipalidad; transitar por la Alameda de Paula, un hermoso paseo construido en la segunda mitad del siglo XVIII; o cruzar la bahía para llegar hasta los ultramarinos poblados de Casablanca, donde se erige el Cristo de La Habana, y Regla, donde se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de la Virgen de Regla, protectora de marinos y pescadores y patrona de la Bahía de La Habana.

El parque histórico-militar Morro-Cabaña lo conforman dos reductos de la magnitud del Castillo de los Tres Reyes del Morro (1630) y la fortaleza de San Carlos de la Cabaña (1774), catalogada en su momento como la obra cumbre del sistema defensivo abaluartado. Precisamente desde esta última fortificación se dispara cada noche, a las nueve en punto, un cañonazo de salva que en llamativa ceremonia rememora los tiempos cuando sendos fogonazos (en horas de la madrugada y al anochecer) constituían la señal convenida para abrir o cerrar las murallas de la ciudad y para colocar o retirar la enorme cadena flotante de madera y bronce que daba acceso al puerto de la villa.

Descubrir la llamada Habana extramuros, sin embargo, resulta tan apasionante como desandar las estrechas calles de la vieja ciudad. La Habana fue creciendo bajo el influjo de las más disímiles corrientes constructivas del orbe y en sus terrenos encontraron espacio el renacentismo, el mudéjar, el barroco y el barroco cubano, el neoclasicismo, el eclecticismo, el art nouveau, el art decó y el pragmatismo.

Así, al otro lado de la inútil muralla aparecieron sitios emblemáticos como el Paseo del Prado, el Gran Teatro de La Habana y el Capitolio, uno de los más espléndidos edificios de la capital y en cuyo interior se encuentra la Estatua de la República, la tercera más alta del mundo bajo techo y a cuyos pies se encontraba el diamante que marcaba el kilómetro cero de la Carretera Central.

Nacieron también el afamado malecón habanero, de unos 12 kilómetros de longitud y considerada la imagen más característica de la ciudad, que enlaza al centro tradicional con la populosa barriada de El Vedado, desde cuyo corazón, La Rampa –zona de magnífica urbanización y arquitectura– puede accederse fácilmente a otros sitios de interés turístico como la bicentenaria Universidad de La Habana, la Plaza de la Revolución y el Memorial José Martí (el más alto mirador de la ciudad, con 138,5 metros de altura sobre el nivel del mar), o la Necrópolis de Colón considerado entre los más importantes del planeta por sus múltiples valores artísticos.

Hacia ambos lados del centro de la urbe existen asimismo puntos de notable interés. En dirección oeste, la Quinta Avenida conduce a la barriada residencial de Miramar, que actúa como órbita del mundo empresarial y de negocios y donde es posible visitar una impresionante Maqueta de la Ciudad. El Palacio de Convenciones, el recinto ferial Pabexpo y el exclusivo Club Habana anteceden a la comunidad turística Marina Hemingway, un lugar apropiado para bucear, practicar la pesca de altura, participar en un seafari a las barreras coralinas, o navegar en un confortable yate acondicionado para la vida a bordo.

Hacia el este de la ciudad y después de atravesar el Túnel de la Bahía, se llega al poblado de pescadores de Cojímar –de peculiar belleza y colorido– que invita a rememorar la prolongada estancia en Cuba del Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway, quien encontró precisamente allí muchos de los escenarios y personajes de sus obras.

Más de 15 kilómetros de franja costera, arenas finas y aguas azules y transparentes se extienden entre Bacuranao y Guanabo conformando un circuito náutico que los habaneros identifican sencillamente como las playas del este, y en el cual suelen destacar por sus atributos naturales a Santa María del Mar.

También rumbo al este de la capital, a sólo 15 kilómetros del centro, un pequeño pueblo fundado en 1733 a partir de la existencia de aguas minero-medicinales invita a conocer sus valores históricos, arquitectónicos, culturales y naturales: Santa María del Rosario.

Como toda gran ciudad, La Habana es el corazón de la intensa vida política, científica y cultural de la nación. Decenas de museos, salas de teatro y de conciertos, galerías de arte e instituciones culturales tienen su asiento en la ciudad y algunas como el Ballet Nacional de Cuba, la Casa de las Américas, la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, o el Conjunto Folklórico Nacional gozan de enorme prestigio internacional.

Y, por supuesto, es también una urbe donde el buen comer y la diversión tienen un importante espacio en sitios tan conocidos como La Bodeguita del Medio, el Floridita, o el cabaret Tropicana, o en otros menos mencionados, pero que tienen ya un espacio reservado en la preferencia de los millares de turistas que cada año recorren la capital cubana. 

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Opinion sobre Arquitectura: Castillo del Morro
Excelente Banchy

Castillo del Morro
El Castillo de los Tres Reyes del Morro, es una fortificación situada en el puerto de La Habana, Cuba, en la carretera de la Cabaña, en la Habana del Este. Su construcción comenzó en 1589 y concluyó en 1630, y estuvo a cargo del ingeniero italiano Bautista Antonelli. El castillo fue imprescindible en la defensa de La Habana contra los ataques de corsarios y piratas y permitió, además, una fuerte defensa por varias semanas contra el ataque británico a La Habana. Tiempo después de su construcción le fue anexada a la fortaleza un faro, el del Morrillo, el punto más alto de la colina, que en sus orígenes era de cal y canto, luego fue sustituido por otro de sillería que tenía una altura sobre el nivel del mar de 45 metros que es el que está en la actualidad, mandado construir en 1845 por el general Leopoldo O´Donnell. Después de ser restaurado en 1986 el faro junto con la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, pasó a integrar el Parque Histórico Militar Morro-Cabaña. Actualmente, constituye un gran museo histórico a las puertas de la ciudad. San Carlos de La Cabaña constituye indudablemente la mayor de las instalaciones militares construida por España en América, su construcción comienza a cargo del brigadier Don Silvestre Abarca en 1763 y quedó concluida en 1774. Está compuesta por fosos, cuarteles revellines y baluartes. Varios cubanos guardaron prisión allí entre ellos José Martí y varios fueron fusilados en el foso de los Laureles.

Excelente lazaro

sigue viva la costumbre
Los atractivos derivados de la ubicación geográfica de Cuba, llamada en la época colonial "Perla de Las Antillas" por sobradas razones, despertaron el apetito de corsarios y piratas que aspiraban a hacer presa en la villa de San Cristóbal de La Habana. A ello se sumó la decisión de la corte española de convertir al puerto de La Habana en centro de concentración de los navíos cargados con los tesoros del Nuevo Mundo antes de partir hacia la metrópoli. Todo ello determinó la orden real de construir un sistema de fortificaciones capaz de proteger los bienes de la corona y disuadir a los agresores de intentar apoderarse por la fuerza de la capital de la isla. Hacia diciembre de 1563, el monarca se dirigió a sus funcionarios en La Habana y les indicó la construcción de obras defensivas sobre una roca de gran altura a la entrada de la bahía, como una especie de guía para las naves amigas y guardián contra las enemigas. El llamado Castillo de los Tres Reyes del Morro, proyectado como varias de las defensas más importantes de la isla por el ingeniero militar italiano Juan Bautista Antonelli, fue una fortaleza de tipo renacentista, construida como un polígono irregular y con tres poderosos baluartes que dominaban la bahía, la entrada al puerto y la ciudad. Quien más contribuyó a la terminación de la obra fue el gobernador Don Pedro Valdés, durante su mandato (1600-1607) se concluyó una sólida plataforma donde se colocó una batería de 12 piezas de artillería que aún existe, llamada "Los 12 apóstoles". Al término de su gobierno sólo quedaban por realizar obras complementarias para el alojamiento de soldados, almacenes de municiones y depósitos de agua, entre otros trabajos, y años más tarde se completó con la fortaleza de La Cabaña. Convertida durante más de un siglo en la principal fortificación del sistema de defensa contra ataques piratas de la capital, sufrió el asedio de los ingleses, los que llegaron a tomarla por asalto tras abrir una brecha en sus murallas y utilizarla posteriormente para rendir a la capital. Mudos testigos del desarrollo de La Habana, ambas construcciones vieron crecer hacia 1740 a las famosas Murallas de la capital, tras lo cual el simple hábito de avisar con un disparo de artillería la hora del cierre de las nueve puertas del recinto devino en tradición hasta nuestros días. Jornada tras jornada, a las nueve de la noche la guarnición de la fortaleza hacia fuego con una de sus piezas, en señal para los habaneros de que ya era hora de recogerse al abrigo de los gruesos muros y evitar el tránsito por los bosques de espesa vegetación que existían en los alrededores de la urbe. El propio desarrollo de la ciudad fue eliminando a las murallas, de las cuales sólo quedan apenas vestigios en la actualidad, sin embargo, fue incapaz de acabar con la tradición que los habaneros llaman con orgullo "el cañonazo de las nueve", utilizada por muchos para poner en hora sus relojes. En nuestros días, una guardia de hombres -vestidos con uniformes de la época- se dirige con paso marcial hacia la pieza designada para el disparo, seguidos de cerca por la mirada de visitantes nacionales y extranjeros, que acuden cada noche al ahora parque histórico-militar Morro-Cabaña a presenciar una de las tradiciones más conocidas de La Habana. Los mismos cañones de siglos atrás se ocupan de mantener viva la costumbre, esperada por todos en un entorno donde la modernidad convive con el recuerdo de las construcciones coloniales, bajo la mirada atenta y callada del guardián de la ciudad

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