Museo Farmaceutico Taquechel, La Habana. Cuba
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- Obispo 155 e/ Mercaderes y San Ignacio. Old Havana, Havana City. Cuba
- Daily
- Destino: La Habana
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Esta antigua casa de vivienda, adaptada en 1898 para establecer una importante farmacia, es actualmente depositaria de una amplia colección de frascos de porcelana francesa del siglo XIX y útiles de farmacia y laboratorio. Comercializa, además, productos naturales para fines terapéuticos y medicamentos homeopáticos.
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Museo Farmaceutico Taquechel se encuentra ubicada en La Habana
La capital cubana es, sin dudas, el destino turístico por excelencia de la mayor de las Antillas. Y dentro de ésta su centro histórico "declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1982" resulta un punto de obligada referencia para cuanto visitante llega a esta urbe, durante siglos considerada la llave del Golfo de México.
Al lejano noviembre de 1519 se remonta la fundación, en su emplazamiento definitivo junto al canal de entrada de una bien protegida bahía, de la villa de San Cristóbal de La Habana, convertida con el tiempo en punto de encuentro de las flotas españolas que trasladaban a la metrópolis las riquezas extraídas de sus dominios en el llamado Nuevo Mundo, y eje fundamental en el comercio y las comunicaciones entre éste y el Viejo Continente.
Semejantes ventajas, derivadas esencialmente de su estratégica posición geográfica, incidieron también de manera directa sobre el ulterior desarrollo de la próspera villa, que comenzó a crecer al amparo de un sistema defensivo sin par en la América hispana y rodeada por una muralla cuya construcción (iniciada en la segunda mitad del siglo XVII y concluida más de 100 años después) se consideró desde su inicio ineficaz y costosa.
El Templete, un pequeño edificio neoclásico inaugurado en 1828, es el sitio donde cada 16 de noviembre los habaneros festejan la celebración de la primera misa y el primer cabildo de San Cristóbal de La Habana, y el punto a partir del cual se inician –por lo general– los recorridos turísticos por el núcleo original de la capital cubana.
A escasos pasos de allí se encuentran la Plaza de Armas, en torno a la cual se levantan el imponente Castillo de la Real Fuerza (1577) –donde hoy se exhibe la colección de cerámica artística más importante de la Isla y sobre cuya torre se erige La Giraldilla, una artística veleta símbolo de la ciudad– y los Palacios de los Capitanes Generales (Museo de la Ciudad) y del Segundo Cabo.
Otras tres plazas y sus edificaciones colindantes despiertan invariablemente el interés de sus visitantes: la Plaza de la Catedral, rodeada por opulentas mansiones; la recién restaurada Plaza Vieja, donde sobresale la casa de los Condes de San Juan de Jaruco; y la Plaza de San Franciso de Asís, aledaña a la iglesia y el convento de igual nombre, en uno de cuyos claustros se encuentra el Museo de Arte Sacro.
Mas caminar por las calles de la Habana Vieja, muchas de éstas aún adoquinadas, representa también la posibilidad de acercarse a más de una docena de museos y estudios-galerías de afamados artistas plásticos cubanos y latinoamericanos; visitar las casas de Benito Juárez, de Asia, Africa, Puerto Rico, de los Árabes (allí se encuentra la única sala para las plegarias musulmanas existente en Cuba) y de Simón Bolívar.
Resulta asimismo interesante visitar la maqueta de esta municipalidad; transitar por la Alameda de Paula, un hermoso paseo construido en la segunda mitad del siglo XVIII; o cruzar la bahía para llegar hasta los ultramarinos poblados de Casablanca, donde se erige el Cristo de La Habana, y Regla, donde se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de la Virgen de Regla, protectora de marinos y pescadores y patrona de la Bahía de La Habana.
El parque histórico-militar Morro-Cabaña lo conforman dos reductos de la magnitud del Castillo de los Tres Reyes del Morro (1630) y la fortaleza de San Carlos de la Cabaña (1774), catalogada en su momento como la obra cumbre del sistema defensivo abaluartado. Precisamente desde esta última fortificación se dispara cada noche, a las nueve en punto, un cañonazo de salva que en llamativa ceremonia rememora los tiempos cuando sendos fogonazos (en horas de la madrugada y al anochecer) constituían la señal convenida para abrir o cerrar las murallas de la ciudad y para colocar o retirar la enorme cadena flotante de madera y bronce que daba acceso al puerto de la villa.
Descubrir la llamada Habana extramuros, sin embargo, resulta tan apasionante como desandar las estrechas calles de la vieja ciudad. La Habana fue creciendo bajo el influjo de las más disímiles corrientes constructivas del orbe y en sus terrenos encontraron espacio el renacentismo, el mudéjar, el barroco y el barroco cubano, el neoclasicismo, el eclecticismo, el art nouveau, el art decó y el pragmatismo.
Así, al otro lado de la inútil muralla aparecieron sitios emblemáticos como el Paseo del Prado, el Gran Teatro de La Habana y el Capitolio, uno de los más espléndidos edificios de la capital y en cuyo interior se encuentra la Estatua de la República, la tercera más alta del mundo bajo techo y a cuyos pies se encontraba el diamante que marcaba el kilómetro cero de la Carretera Central.
Nacieron también el afamado malecón habanero, de unos 12 kilómetros de longitud y considerada la imagen más característica de la ciudad, que enlaza al centro tradicional con la populosa barriada de El Vedado, desde cuyo corazón, La Rampa –zona de magnífica urbanización y arquitectura– puede accederse fácilmente a otros sitios de interés turístico como la bicentenaria Universidad de La Habana, la Plaza de la Revolución y el Memorial José Martí (el más alto mirador de la ciudad, con 138,5 metros de altura sobre el nivel del mar), o la Necrópolis de Colón considerado entre los más importantes del planeta por sus múltiples valores artísticos.
Hacia ambos lados del centro de la urbe existen asimismo puntos de notable interés. En dirección oeste, la Quinta Avenida conduce a la barriada residencial de Miramar, que actúa como órbita del mundo empresarial y de negocios y donde es posible visitar una impresionante Maqueta de la Ciudad. El Palacio de Convenciones, el recinto ferial Pabexpo y el exclusivo Club Habana anteceden a la comunidad turística Marina Hemingway, un lugar apropiado para bucear, practicar la pesca de altura, participar en un seafari a las barreras coralinas, o navegar en un confortable yate acondicionado para la vida a bordo.
Hacia el este de la ciudad y después de atravesar el Túnel de la Bahía, se llega al poblado de pescadores de Cojímar –de peculiar belleza y colorido– que invita a rememorar la prolongada estancia en Cuba del Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway, quien encontró precisamente allí muchos de los escenarios y personajes de sus obras.
Más de 15 kilómetros de franja costera, arenas finas y aguas azules y transparentes se extienden entre Bacuranao y Guanabo conformando un circuito náutico que los habaneros identifican sencillamente como las playas del este, y en el cual suelen destacar por sus atributos naturales a Santa María del Mar.
También rumbo al este de la capital, a sólo 15 kilómetros del centro, un pequeño pueblo fundado en 1733 a partir de la existencia de aguas minero-medicinales invita a conocer sus valores históricos, arquitectónicos, culturales y naturales: Santa María del Rosario.
Como toda gran ciudad, La Habana es el corazón de la intensa vida política, científica y cultural de la nación. Decenas de museos, salas de teatro y de conciertos, galerías de arte e instituciones culturales tienen su asiento en la ciudad y algunas como el Ballet Nacional de Cuba, la Casa de las Américas, la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, o el Conjunto Folklórico Nacional gozan de enorme prestigio internacional.
Y, por supuesto, es también una urbe donde el buen comer y la diversión tienen un importante espacio en sitios tan conocidos como La Bodeguita del Medio, el Floridita, o el cabaret Tropicana, o en otros menos mencionados, pero que tienen ya un espacio reservado en la preferencia de los millares de turistas que cada año recorren la capital cubana.
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Los orígenes de la farmacia cubana se remontan al año 1598, cuando Sebastián Milanés y López Alfaro fundaron dos establecimientos situados, el primero, en la calle Real, hoy Muralla; y el segundo, cerca del Desagüe (Callejón del Chorro). A estas primigenias farmacias acudían los habaneros en busca de opio, alcanfor, sal volátil, jarabes, agua de canela, ungüentos, entre otros remedios.
Ya en 1670 la ciudad contaba con una docena de farmacias que alcanzaron mayor auge a raíz del desarrollo de la producción cañera. La controvertida frucanga, compuesto de miel de caña fermentada o aguardiente primario, marcó el despegue de tan concurridos sitios.
Influenciadas por los avances de la alfarería europea del siglo XVIII, las farmacias trajeron a sus estanterías pomos de porcelana y cristal que constituyeron elementos decorativos en sí mismos. A esta distinción se le unió la estantería de caoba que sustituyó a los rústicos armarios de pino, en tiempos del Dr. Guillermo Labé.
Una de estas farmacias inspiradas en las corrientes francesas aún se conserva en la ciudad. En la calle Obispo, en el mismo sitio donde fuera fundado por el eminente farmacéutico Francisco Taquechel en 1898, se levanta este establecimiento que ganó prestigio en su época por la calidad de sus productos y los razonables precios. La actual Farmacia Taquechel, devenida tienda y museo, rinde honores a su creador, quien concedió fama y preferencia a su tienda y laboratorio. Con una estantería típica, la farmacia exhibe pomos de porcelana francesa del siglo XIX y algunos ejemplares del XVIII, además de útiles de farmacias de la época y libros que acopiaban las recetas.
Para seguir la línea de la excelencia que la marcó desde sus inicios, la tienda ofrece una amplia gama de remedios naturales, medicinas homeopáticas, cosméticos, suplementos dietéticos y otros productos cubanos. Entre los artículos que distinguen a la Farmacia Taquechel, sobresalen las cremas de algas, mieles, vitaminas y minerales antioxidantes, y productos derivados del cartílago de tiburón y también de la caléndula.
the taquechel pharmaceutical museum
The French Drugstore was founded in 1882 at the ancient Arms Square, today's Liberty Square and in 1964 it became the Pharmacy Museum.
Medical herbs, main ingredients of medications, were processed at the drugstore. The instruments used for this process during the last decades of the 19th Century and early 20th Century, are preserved at this museum.
Some of the most important pieces treasured at the drugstore, the dispensary and two warehouses , are collections of polychrome porcelain flasks, the dispensation table that got the bronze medal at the Paris International Exhibition in 1900; fifty five books where recipes were put down in writing, apart from the copies, in four languages, that fill its library.
There is also a collection of etiquette with thousands of exponents, as well as instruments, flasks, devices, formulas and medications, which in spite of their age, remain intact.
At the end of the courtyard there is the laboratory. Its brick furnace, which always worked with wood, and its bronze and cooper pieces used to distill water, alcoholic preparations and essential oils, are kept in perfect conditions.
de ciencias
Since 1868, the building that harbors this museum belonged to the Royal Academy of Medical, Physic and Natural Sciences of Havana, and on May 19, 1874 it became the first Cuban museum under the sponsorship of the Royal Academy.
The Historical Museum of Sciences inherited the collections of the Royal Academy and the building was declared National Monument for the historical events that took place there, such as the presentation by Dr. Carlos J. Finlay of his thesis, announcing the discovery of the vector of the yellow fever to the world, and a public presentation of scientist Albert Einstein during his visit to Cuba.
The rooms of the museum show the background of sciences in Cuba, the history of Havana's Royal Academy of Sciences and the role some doctors played in the wars of independence. Also it has a 19th Century drugstore, a scientific laboratory of the time and a brief review of international science.
It also has a museum of paintings and a valuable library with more than 95,000 volumes, a historical archive containing 19th Century manuscripts and Carlos J. Finlay's personal objects.
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