Museo Napoleonico, La Habana. Cuba
-
- Calle San Miguel No. 1159 esq. a Ronda, Havana City. Cuba
- Daily
- (537) 8791412
- Destino: La Habana
Evaluar Museo Napoleonico
Es uno de los más importantes del mundo en su género. Está ubicado a un costado del campus de la Universidad de La Habana, en un palacio de estilo florentino, que atesora diversos objetos usados por Napoleón Bonaporte en diferentes etapas de su vida: Las pistolas que Bonaparte llevaba en la batalla de Borodino, El bicornio y los catalejos utilizados en Santa Elena, Diversas piezas de la época que marca el fin de la monarquía borbónica, Muestras de los períodos históricos conocidos como el Directorio y el Consulado, Diferentes piezas del fin del Primer Imperio, Objetos personales de Napoleón I.
Mapa de Museo Napoleonico
Hoteles cerca de Museo Napoleonico
Museo Napoleonico se encuentra ubicada en La Habana
La capital cubana es, sin dudas, el destino turístico por excelencia de la mayor de las Antillas. Y dentro de ésta su centro histórico "declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1982" resulta un punto de obligada referencia para cuanto visitante llega a esta urbe, durante siglos considerada la llave del Golfo de México.
Al lejano noviembre de 1519 se remonta la fundación, en su emplazamiento definitivo junto al canal de entrada de una bien protegida bahía, de la villa de San Cristóbal de La Habana, convertida con el tiempo en punto de encuentro de las flotas españolas que trasladaban a la metrópolis las riquezas extraídas de sus dominios en el llamado Nuevo Mundo, y eje fundamental en el comercio y las comunicaciones entre éste y el Viejo Continente.
Semejantes ventajas, derivadas esencialmente de su estratégica posición geográfica, incidieron también de manera directa sobre el ulterior desarrollo de la próspera villa, que comenzó a crecer al amparo de un sistema defensivo sin par en la América hispana y rodeada por una muralla cuya construcción (iniciada en la segunda mitad del siglo XVII y concluida más de 100 años después) se consideró desde su inicio ineficaz y costosa.
El Templete, un pequeño edificio neoclásico inaugurado en 1828, es el sitio donde cada 16 de noviembre los habaneros festejan la celebración de la primera misa y el primer cabildo de San Cristóbal de La Habana, y el punto a partir del cual se inician –por lo general– los recorridos turísticos por el núcleo original de la capital cubana.
A escasos pasos de allí se encuentran la Plaza de Armas, en torno a la cual se levantan el imponente Castillo de la Real Fuerza (1577) –donde hoy se exhibe la colección de cerámica artística más importante de la Isla y sobre cuya torre se erige La Giraldilla, una artística veleta símbolo de la ciudad– y los Palacios de los Capitanes Generales (Museo de la Ciudad) y del Segundo Cabo.
Otras tres plazas y sus edificaciones colindantes despiertan invariablemente el interés de sus visitantes: la Plaza de la Catedral, rodeada por opulentas mansiones; la recién restaurada Plaza Vieja, donde sobresale la casa de los Condes de San Juan de Jaruco; y la Plaza de San Franciso de Asís, aledaña a la iglesia y el convento de igual nombre, en uno de cuyos claustros se encuentra el Museo de Arte Sacro.
Mas caminar por las calles de la Habana Vieja, muchas de éstas aún adoquinadas, representa también la posibilidad de acercarse a más de una docena de museos y estudios-galerías de afamados artistas plásticos cubanos y latinoamericanos; visitar las casas de Benito Juárez, de Asia, Africa, Puerto Rico, de los Árabes (allí se encuentra la única sala para las plegarias musulmanas existente en Cuba) y de Simón Bolívar.
Resulta asimismo interesante visitar la maqueta de esta municipalidad; transitar por la Alameda de Paula, un hermoso paseo construido en la segunda mitad del siglo XVIII; o cruzar la bahía para llegar hasta los ultramarinos poblados de Casablanca, donde se erige el Cristo de La Habana, y Regla, donde se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de la Virgen de Regla, protectora de marinos y pescadores y patrona de la Bahía de La Habana.
El parque histórico-militar Morro-Cabaña lo conforman dos reductos de la magnitud del Castillo de los Tres Reyes del Morro (1630) y la fortaleza de San Carlos de la Cabaña (1774), catalogada en su momento como la obra cumbre del sistema defensivo abaluartado. Precisamente desde esta última fortificación se dispara cada noche, a las nueve en punto, un cañonazo de salva que en llamativa ceremonia rememora los tiempos cuando sendos fogonazos (en horas de la madrugada y al anochecer) constituían la señal convenida para abrir o cerrar las murallas de la ciudad y para colocar o retirar la enorme cadena flotante de madera y bronce que daba acceso al puerto de la villa.
Descubrir la llamada Habana extramuros, sin embargo, resulta tan apasionante como desandar las estrechas calles de la vieja ciudad. La Habana fue creciendo bajo el influjo de las más disímiles corrientes constructivas del orbe y en sus terrenos encontraron espacio el renacentismo, el mudéjar, el barroco y el barroco cubano, el neoclasicismo, el eclecticismo, el art nouveau, el art decó y el pragmatismo.
Así, al otro lado de la inútil muralla aparecieron sitios emblemáticos como el Paseo del Prado, el Gran Teatro de La Habana y el Capitolio, uno de los más espléndidos edificios de la capital y en cuyo interior se encuentra la Estatua de la República, la tercera más alta del mundo bajo techo y a cuyos pies se encontraba el diamante que marcaba el kilómetro cero de la Carretera Central.
Nacieron también el afamado malecón habanero, de unos 12 kilómetros de longitud y considerada la imagen más característica de la ciudad, que enlaza al centro tradicional con la populosa barriada de El Vedado, desde cuyo corazón, La Rampa –zona de magnífica urbanización y arquitectura– puede accederse fácilmente a otros sitios de interés turístico como la bicentenaria Universidad de La Habana, la Plaza de la Revolución y el Memorial José Martí (el más alto mirador de la ciudad, con 138,5 metros de altura sobre el nivel del mar), o la Necrópolis de Colón considerado entre los más importantes del planeta por sus múltiples valores artísticos.
Hacia ambos lados del centro de la urbe existen asimismo puntos de notable interés. En dirección oeste, la Quinta Avenida conduce a la barriada residencial de Miramar, que actúa como órbita del mundo empresarial y de negocios y donde es posible visitar una impresionante Maqueta de la Ciudad. El Palacio de Convenciones, el recinto ferial Pabexpo y el exclusivo Club Habana anteceden a la comunidad turística Marina Hemingway, un lugar apropiado para bucear, practicar la pesca de altura, participar en un seafari a las barreras coralinas, o navegar en un confortable yate acondicionado para la vida a bordo.
Hacia el este de la ciudad y después de atravesar el Túnel de la Bahía, se llega al poblado de pescadores de Cojímar –de peculiar belleza y colorido– que invita a rememorar la prolongada estancia en Cuba del Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway, quien encontró precisamente allí muchos de los escenarios y personajes de sus obras.
Más de 15 kilómetros de franja costera, arenas finas y aguas azules y transparentes se extienden entre Bacuranao y Guanabo conformando un circuito náutico que los habaneros identifican sencillamente como las playas del este, y en el cual suelen destacar por sus atributos naturales a Santa María del Mar.
También rumbo al este de la capital, a sólo 15 kilómetros del centro, un pequeño pueblo fundado en 1733 a partir de la existencia de aguas minero-medicinales invita a conocer sus valores históricos, arquitectónicos, culturales y naturales: Santa María del Rosario.
Como toda gran ciudad, La Habana es el corazón de la intensa vida política, científica y cultural de la nación. Decenas de museos, salas de teatro y de conciertos, galerías de arte e instituciones culturales tienen su asiento en la ciudad y algunas como el Ballet Nacional de Cuba, la Casa de las Américas, la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, o el Conjunto Folklórico Nacional gozan de enorme prestigio internacional.
Y, por supuesto, es también una urbe donde el buen comer y la diversión tienen un importante espacio en sitios tan conocidos como La Bodeguita del Medio, el Floridita, o el cabaret Tropicana, o en otros menos mencionados, pero que tienen ya un espacio reservado en la preferencia de los millares de turistas que cada año recorren la capital cubana.
- 83 % de personas disfruta esto
-
Excelente
-
Muy Bueno
-
Promedio
-
Pobre
-
Terrible
Interesante
El edificio que acoge al Museo Napoleónico de La Habana fue originalmente una casa de vivienda bautizada como la Dolce Dimora por su propietario, el Dr. Orestes Ferrara Marino, abogado y político de origen italiano. Inspirada en un palacio renacentista florentino del siglo XVI, la hermosa mansión fue diseñada y construida por los arquitectos Govantes y Cabarrocas a finales de la década del veinte del siglo pasado; en ella prevalece el empleo de mármoles italianos, cristales europeos, hierros forjados y maderas preciosas.
El Museo Napoleónico de La Habana, inaugurado el 1ro de diciembre de 1961, atesora más de siete mil obras, de gran valor museal, estas provienen de objetos adquiridos por el multimillonario cubano Julio Lobo Olavarría, donaciones recibidas y compras realizadas por la institución.
Sus valiosos fondos constituyen la más extensa y variada colección de piezas de la época napoleónica. También incluyen objetos personales que pertenecieron al emperador o relacionados con su vida, los que abarcan distintos períodos del Imperio Napoleónico, como el reinado de los Borbones, la Revolución Francesa, el ascenso de Bonaparte al poder, el Consulado y el Imperio, el momento de las principales batallas, el regreso de la isla de Elba y la batalla de Waterloo.
Las galerías del museo exhiben pinturas, grabados, esculturas, muebles de estilo, trajes militares y armamentos, artes decorativas, objetos históricos y una voluminosa colección de libros raros y valiosos en idioma francés, inglés y español, del siglo XVI al XIX de gran interés para estudiosos y científicos. Entre las piezas más significativas de la institución está la mascarilla mortuoria de Napoleón Bonaparte, traída a Cuba por su autor, el Dr. Francesco Antommarchi –médico de cabecera del estadista hasta su muerte–, quien luego de residir en Nueva York, se asentó en la oriental provincia de Santiago de Cuba.
El Museo Napoleónico de La Habana, único especializado en Arte Imperio en Cuba y en América Latina, figura entre los más importantes del mundo en su materia. Tras haber sido sometido a una restauración capital, en 2011 reabrió sus puertas en ceremonia a la que asistió Alix de Foresta, Princesa Napoleón.
muy agradable museo
El Museo Napoleónico de La Habana, fundado el 1 de diciembre de 1961, es uno de los más completos del mundo occidental en su género. Atesora más de 7300 obras de arte de reconocido valor artístico perteneciente a la época del I Imperio Francés y aún de etapas anteriores. La colección reúne pinturas, grabados, esculturas, muebles, artes decorativas, armas y equipo militar, objetos históricos, textiles, medallas y una singular biblioteca de fondos raros y valiosos en lengua francesa, española, italiana e inglesa.
En la antesala del Gran Salón del Museo, subiendo las escaleras, grabados de Voltaire, Diderot, Montesquieu, Russeau, Mirabeau, Dantón, Roland, Marat, Robespierre: nos recuerdan los Gigantes del Siglo de las Luces y sus eximios promotores revolucionarios.Una escultura de mármol moteado del General Bonaparte los contempla de frente, ceñudo, con su bicornio ladeado.
Otras muestras nos acompañan: Grabado de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1791), el Calendario Republicano (1792), y el facsímil de despedida de la Reina María Antonieta a sus hijos minutos antes de la ejecución en la guillotina.
El Gran Salón es expresión de las diversas etapas posteriores al golpe del 9 Termidor. Muebles de estilo, de finales del siglo XVIII, grabados y dos magníficos óleos: Retrato de Napoleón Bonaparte, General, de Antoine Jean Gros; y La Conquista de Egipto, de Eduard Detaille, evidencian el Directorio. El Consulado se expresa por dos bustos del Primer Cónsul, de Cánova y de Boizot, respectivamente, Bonaparte en Milán, óleo de Andrea Appiani y grabados.
El Imperio está dignamente representado en una magnífica colección de muebles, artes decorativas, pinturas y armas. Descuellan entre ellos Bonaparte en los campos de Boulogne, realizado por Jean Baptiste Regnault; una consola que lleva la impronta de los destacados artesanos-artistas Jacob, ebanista, y Thomire, autor de los bronces; una silla curul utilizada en las ceremonias imperiales por los Mariscales de Francia y el sable a la turca que perteneciera al Mariscal Joaquín Murat, rey de Nápoles. En esta sala - la más espléndida del museo- se pueden apreciar dos magníficos óleos correspondientes a la etapa: El regreso de la Isla Elba y la Batalla de Waterloo, entre muchas obras artísticas de formidable factura y géneros.
A pesar de sus dimensiones, el Gran Salón ofrece una atmósfera de especial intimidad, dada por la delicada luz de tonos diversos que penetra a través de los vitrales emplomados de los grandes ventanales que dan al jardín interior. La puerta de caoba pulida tallada, con rosetones y elementos renacentistas, recibe, y despide a los visitantes hacia la segunda planta.
La segunda planta del museo muestra diversas salas ambientadas que, en su conjunto, recrean el gusto decorativo francés del primer cuarto del siglo XIX. Mobiliario de la villa imperial de Prangins, residencia de Jerónimo Bonaparte, rey de Wetsfalia, refleja la expansión del Imperio por casi toda Europa. Se exponen armas blancas y de fuego y pinturas al óleo de la época imperial: el Retrato de la reina de Würtemberg, de Seele, y el Retrato de Jerónimo Bonaparte y Catalina de Würtemberg, reyes de Westfalia, de Marguerite Gérard. Butacas de caoba tallada, tapizadas en seda, que pertenecieron al príncipe Jerónimo Bonaparte, obras de singular valor: Bonaparte prepara la ceremonia de su coronación, cuadro impresionante, de Vibert, preside la galería donde se muestran ánforas de porcelana de Sevres, conmemorativas de Austerlitz y un conjunto de retratos y grabados de la familia Bonaparte.
Del recibidor de la segunda planta pasamos al comedor, donde se destacan por su valor los bronces. El centro de mesa trabajado a la manera de Thomire con fruteros y confiteras que ostentan el sello del famoso orfebre; también el reloj y los cuatro candelabros que se exhiben sobre el aparador estilo imperio dan un toque de suprema elegancia al entorno. La mesa ovalada, con dieciséis butacas, dos consolas y el aparador, realizado en caoba con aplicaciones en bronce dorado y tapizado en seda verde imperio.
En los extremos de la galería se destacan retratos- bustos de Paulina Bonaparte, de Romagnesi, de la Emperatriz Josefina, de Chinard, el de la princesa Matilde, de Bartolini y el de la condesa Napoleona Camerata. Un óleo: El discurso del Alcalde, de Bellangé, y vajillas de Sévres- iluminados por una lámpara de cristal francés del siglo XIX, dan término a esta sala del museo.
{{{title}}}
{{review}}
El Hotel Museo Napoleonico esta hubicado en el destino La Habana
Capital de Cuba. La arquitectura colonial española en el centro de la Habana Vieja del siglo XVI incluye el Castillo de la Fuerza Real, un fuerte y un museo marítimo. El edificio del Capitolio Nacional es un monumento icónico de la década de 1920. En la Habana Vieja también se encuentra la catedral barroca de San Cristóbal y la Plaza Vieja, cuyos edificios reflejan la dinámica mezcla arquitectónica de la ciudad.